Eres tú, mujer, de pies frente al hombre; toda tu figura el falo, que penetra en su alma... del que el hombre come... del que mana la vida.
En atención al psicoanálisis lacaniano, "esta idea transporta" una manera de interpretación muy personal que subvierte la lógica tradicional del falo y el deseo. Así, a mi modo de ver:
La mujer como "falo"
En la teoría de Lacan, el falo no es el órgano biológico, sino un significante. Es el símbolo de lo que falta, de la castración, y lo que organiza el deseo. El falo es lo que la madre no tiene y lo que el niño desea ser para ella. En la economía del deseo, el hombre se identifica con tener el falo, mientras que la mujer se posiciona como el objeto del deseo, la que "es" el falo.
Sin embargo, al expresar "toda tu figura el falo, que penetra en su alma", se plantea una inversión de roles. No es que la mujer sea el falo en el sentido de ser el objeto que el hombre desea para "completarse", sino que ella es el falo que penetra en él. Y, como efecto, se distingue:
1. Poder simbólico: La mujer no es sólo objeto pasivo del deseo masculino. Ella tiene un poder activo, simbólico, que le penetra, que le marca. El hombre no es el sujeto que tiene y entrega, sino el que es penetrado, el que recibe. Esto altera la dinámica de poder tradicional.
2. La falta del hombre: Si la mujer es el falo que penetra en su alma, el hombre no tiene el falo. Su "alma" (su psique, su ser), es penetrada por lo que él mismo debería tener. Esto podría simbolizar que la castración no es solo de la mujer, sino que el hombre también experimenta una falta que es colmada (o más bien, que se revela), a través de la mujer.
Paradoja del "comer y la vida"
En el decir "del que el hombre come... del que mana la vida.", se profundiza en la inversión. El hombre "come" de la mujer-falo; se nutre de ese poder, de esa carencia y de ese deseo que ella representa:
1. Alimento simbólico: El acto de "comer" refiere a la incorporación, a la asimilación; el sentido de "la compenetración" (El Espejo, por Jesús Moret y Ferrer, agosto 2000). El hombre incorpora a la mujer no como el objeto de su deseo sexual (el órgano que come), sino como el objeto de su ser, de su constitución psíquica.
2. La vida que mana: El falo, símbolo de la falta y del deseo, es también la fuente de la vida. Esto es una paradoja. Lacan argumentaría que el deseo, la falta, es lo que nos impulsa a vivir. No es la completitud, sino la carencia, lo que nos mantiene en movimiento. Desde esta perspectiva, se sugiere que esa vida (ese deseo, ese motor) mana de la mujer, la que encarna el falo. Ella no es solo un cuerpo biológico que da vida, sino la fuente simbólica de la pulsión de vida del hombre.
En resumen, desde mi propia perspectiva, no se trata de una mujer que es un objeto sexual para un hombre, sino de una mujer que, al encarnar el falo, subvierte la posición de poder y el rol de ambos géneros. Ella se convierte en la fuente simbólica de la vida y el deseo, y es ella la que marca y penetra al hombre, invirtiendo la dinámica tradicional de la mirada y el poder. La mujer no está despojada, sino que es la que detenta el poder simbólico que el hombre incorpora para "vivir".
Jesús Moret y Ferrer, 16 de septiembre de 2025.