El "Sacrificio de Ifigenia"./ Arriba, parte central del mosaico encontrado en la ciudad romana de Ampurias, Gerona, Cataluña.

El mosaico emporitano del Sacrificio de Ifigenia, fue descubierto en 1848, siendo pieza importante de los restos de una casa romana; ya que constituía el recuadro central del pavimento de una de sus habitaciones. Dicho recuadro mide 60 centímetros de altura por 55 centímetros de ancho./ Abajo a la derecha.

lunes, 29 de enero de 2001

"La Chica del Patio Azul"

Edición original limitada a 20 ejemplares
(Mayo del 2000)




CUATRO GATOS EN LA BIBLIOTECA DE SANTA LUCIA (Colección)
Volumen 1: LA CHICA DEL PATIO AZUL (1903)
traducción de: Jesús Moret y Ferrer

Título original en catalán:
EL PATI BLAU de Santiago Rusiñol i Prats, 1903

Título (Colección):
CUATRO GATOS EN LA BIBLIOTECA DE SANTA LUCIA

Título (Volumen 1):
LA CHICA DEL PATIO AZUL (1903)
Traducción de:
© JESÚS MORET Y FERRER, 2001

Hecho el Depósito de Ley.
DEPÓSITO LEGAL: lf04120018002.A (Volumen 1)
lf04120018002 (Colección)

ISBN: 980-328-771-0 (Volumen 1)
980-328-770-2 (Colección)

Portada: Ciudad de Barcelona, sector del casco antiguo (croquis hecho por el traductor).

Edición del traductor.
Derechos reservados.
Queda prohibida su reproducción.

Colección
CUATRO GATOS EN LA BIBLIOTECA DE SANTA LUCIA

Volumen 1
LA CHICA DEL PATIO AZUL (1903)

* * *

(EL PATI BLAU)
Cuadro para teatro. Escrito en catalán, en 1903, por Santiago Rusiñol i Prats

Traducción de: Jesús Moret y Ferrer

* * *

Miembro de la ASOCIACIÓN DE ESCRITORES DE CARABOBO (AESCA)

San Diego de Alcalá, Carabobo, Venezuela, Mayo del 2000

Presentación

Comprometido, en la tarea de “traer a la luz de América”, el rastro y rostro del espíritu de Catalunya, tierra de “Los Segadores”: luchadores! Forjadores de libertad!
Segadores, que convirtieron una canción de raíz histórica y popular en himno nacional; una canción popular, que emanó del alma colectiva y se transformó en símbolo de esta misma alma.
Segadores de una Catalunya triunfante! ; defensores de la tierra! ; segadores alertas! ; segadores que: “así y como, hacer caer las doradas espigas; si es menester, rompen cadenas!”
Como un homenaje a una de las “raíces del gentilicio venezolano” y, con enorme satisfacción, presento a todos mis amigos lectores, este fragmento de la obra del escritor catalán Santiago Rusiñol i Prats.

Agradecimiento

Mi eterno agradecimiento a mi padre, José Moret y Bosch (1924-1991), quien “me invitó a la búsqueda de estos tesoros” y a los Señores de la Biblioteca del Archivo Histórico de la Ciudad de Barcelona, Santa Lucía 1. Allí (1978), pude ver “aunque no me fue permitido tocar” un ejemplar original de “EL PATI BLAU” ... Luego, gracias al cielo! Sorpresa, me llamaron para que pasara a recoger una copia!
Jesús Moret y Ferrer

LA CHICA DEL PATIO AZUL
(El pati blau)


Cuadro para teatro
Escrito en catalán, en 1903,
por
Santiago Rusiñol i Prats

Traducción de:
JESUS MORET Y FERRER
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Perdone: tendría inconveniente en dejarme pintar este patio?
-Ay, no señor: ningún inconveniente, - respondió una mujer de unos cuarenta años, alta, enlutada y de cara bondadosa.
-Pero, no sé qué puede pintar. Es muy pequeño y le tenemos muy descuidado; porque estoy sola, con una pobre hermana que está muy enferma, y no me queda tiempo para nada.
-Es no más para pintar las flores.
-Ay! Pinte, pinte. Si le hubiese visto el año pasado, cuando todos teníamos salud y mi marido (en el cielo esté) estaba vivo, entonces si que daba gusto de ver. La enredadera subía hasta la terracita y, aquí, siempre teníamos sombra. Pero, ahora... ay!... nos falta el humor... y las plantas quieren ser cuidadas lo mismo que las personas. Desde que la pequeña se encuentra así, las flores parecen comprenderlo.-
Había visto aquel patio desde el camino: un agujero de luz allá al fondo, limaduras de claridad, una claridad de pesebre; las paredes azules, de aquel azul brutal, entero y sin medias tintas de ultramar violeta, ... avergonzado el mismo cielo de la costa; un pozo también azul, una escalera azul, y ante “el azul” una hilera de macetas, de ollas blancas, de cajones y jarrones, expulsando una bandada de flores. Allí malvas reales, al lado de claveles encendidos despeinándose y cayendo en colorida cascada; allí lirios de una blancura inmaculada, cerca de pequeños pensamientos con los ojitos medio abiertos y barbas de marinero; allí grandes hortensias perdiendo su verdor y tomando colores de rosa, y una gran enredadera salpicando de puntitos dorados la sombra de las baldosas.
Al estar cerca observé que realmente las plantas estaban mal cuidadas: tenían sed y calor, hojas marchitas y flores despintadas; sentían la tristeza; sentían la añoranza de una mano que las mimase, su faz mostraba el abandono y, las más sensibles, como los lirios y los junquillos, adelgazadas doblaban el cuello y parecían sufrir; así, cuanto de lozanía perdían, ganaban simpatía.
Tomando una silla que me ofreció la buena mujer, comencé a batallarme entre lo natural y la pintura. Restregaba el color sobre la tela, borraba y dibujaba y volvía a borrar para comenzar nuevamente con aquella fiebre de la cosa que se inicia; la mujer, detrás, de pie, parecía muy interesada en mi maniobra, y me daba conversación:
-Sabe? El hombre de esta servidora era pintor de paredes *, ya sé lo que es la pintura. Para pintar cortinajes en las salas y ángeles en las alcobas, para imitar piedra-mármol y maderas, no había ninguno como él. Tenía manos de plata. Ay, señor, si lo hubiese visto trabajar! Hacía brotar de sus dedos la faena en un santiamén. Pero, pobrecito, se murió, y... ve usted?... ahora me queda mi hermana, que también la tenemos desahuciada por los médicos.-
Diciéndome esto, observé que miraba con mucha atención un balcón cerrado que había sobre el patio. Yo, atareado con la faena, contestaba con monosílabos; y creyendo estorbar, - Bien, entonces,- dijo; -me voy arriba. Usted mismo haga y deshaga como si estuviese en su propia casa.-
Pinté un rato más. El sol huía, enfilándose “azul arriba”... iba a recoger cuando detrás de los ventanales de aquel balcón vi una cara de un amarillo espeluznante: dos ojos inmensos y vacíos, hundidos bajo una frente de calavera, que guaitaban con un doloroso mirar, clavados en los mismos vidrios. Parecía una muchacha joven perdidamente enferma: una muerta, tras el cristal de la caja; una visión de aquellas que dejan escalofríos. Era como una figura de cera muriéndose dentro de un escaparate; ...impresión que a la noche se tiene un sueño parecido.

* Nota del Traductor: de paredes (no de brocha gorda).
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Al siguiente día, volví a la misma hora a continuar “mi patio”, encontrándome a la enferma sentada ante las flores del fondo.
Dentro de aquel baño de claridad, y aquella amargura, me pareció menos fantasma que el día anterior, más mujer, con más rastros de hermosura. Eran sus ojos azules como el patio y parecían tener en su interior una apagada alegría y una tristeza naciente, talmente brillaban de juventud y, a veces, velábanse de una melancolía tan honda que no podían mirarse. Eran el espejo de un joven corazón, retratando, uno a uno, serenos y nieblas que pasaban por dentro de un pensamiento. Una aureola enferma, amoratada los rodeaba; haciéndolos parecer dos soles a la puesta, de hielo rodeados. A veces parecía una criatura y otras una viejita; pero debía tener unos diez y seis años. Pobre flor! Doncella y ya deshojándose.
-Escuche,- me dijo con voz apagada; -le molesto?
-No, hija; de ninguna manera.
-Es que, si le privo la vista, me iré.
-No se mueva: primero me iría yo.-
No se movió, pobrecita; no se movió ni un instante, no más cuando tosía. No se movió mientras el sol le tocaba, acariciándole las manos, besándole la cara; colmándola de dorados besos, coronándola de redondos reflejos, suavizando la frescura de aquel cuerpo que se apagaba.
Ya no podía pintar: no veía el cuadro, no veía sino a ella. Quieta, atropada y temblorosa; las flores, las otras flores, parecía la miraban, todo guaitaba su figura, todo desaparecía y, ella era todo el cuadro. Lo demás hacía de aureola, de fondo, de celaje azul. Las plantas marchitas, las paredes pintadas, la sombra de la enredadera, los redondos reflejos del sol, todo se fundía, todo se esfumaba, alrededor de aquélla nota tan triste, aquélla inmensa flor, más hermosa y más marchita que las otras, doblando su cuello al igual que los lirios.
Instintivamente, como quien pinta una flor más en el cuadro, comencé a pintarle sin que cuenta se diera, sin ser posible describir la mezcla de condolencia y egoísmo de pintor con que se buscan todos los pliegues del sufrimiento, señales de la muerte que se acerca y los colores que van perdiéndose cuando se está delante de un modelo. De aquélla pavorosa amarillez no se ve más que las finuras del mate; de aquellas venas enfermas, las medias tintas violeta perdiéndose en finísimos colores; del dolor, la sobresaliente forma y la expresión de las angustias del alma. A poco de pintar, con inconsciente crueldad, la pobre enferma no era sino una figura, una cosa de belleza macabra, la naturaleza muerta primorosamente hermosa.
Al poco rato giró y sonrió, queriendo decir que cuenta se daba que copiándola estaba; pero continuando quieta, consintiendo que siguiera mi faena. Después, haciendo un esfuerzo, se levantó, se acercó al cuadro y mirándolo un rato me dijo:
-Dios mío! Tan amarilla, tan enferma estoy?
-No mujer: es que no está más que empezada: es que...-
Y se marchó hacia arriba.
Al estar detrás del balcón, sin pensar que la observara, vi que tomaba un espejito y gran rato se miraba: me pareció que suspiraba y, dejándose caer sentada clavó sus ojos en los vidrios.

- - -

-Si me hubiese conocido hace tres meses!- me dijo al siguiente día, a la misma hora. –Ahora puedo decirle: entonces si que me habría podido sacar un buen retrato. Tan alegre, tan reidora que era! Todo me hacía reír. Mi hermana tenía que regañarme a cada instante y nada le valía... Tenía como un delirio por bailar. Mire: ve esta falda? La llevaba puesta el día del último sarao. Quién lo diría, eh? Era al primero que iba y las bailé todas, todas; más no hubiesen habido. Dicen que aquello me hizo mal, pero yo no lo creo. Me agarró esta tos, que aseguran no tiene importancia alguna; pero yo no sé, yo no sé que piense. Hay veces creo que no será nada, pero otras tengo un miedo de morirme que hasta lloro, yo que nunca había llorado! ... No sé porque le explico éstas... cosas.
-Tenga coraje, que no tardará en curarse.
-Es usted médico?
-No ve usted que soy pintor?
-Ya lo veo: se lo decía en broma. Me gusta la pintura! Sabe? Si yo fuese pintora, siempre pintaría cosas que fueran alegres: bosques sombreados, paisajes, casas nuevas, señoras hermosas y bien vestidas, y... qué sé yo!... cosas que fueran alegres. Quiere que vaya a sentarme?
-Como usted quiera. Yo tengo trabajo en hacer flores una pila de días.
-Pobres flores!- dijo, pasando su mano por encima como si las acariciase y yendo a sentarse en su lugar.
-Ve? Me parece que hoy estoy mucho mejor. Hasta bailaría,- me dijo, con una sonrisa de inacabada tristeza.
Pobre chica! Al cabo de un rato de estar sentada le agarró esa tos, esa tos que subía del fondo de las entrañas, una tos que le arrancaba la vida, dejándole serena el alma. Pobrecita! Le vi las dos primeras lágrimas resbalando por la amarillez de las mejillas y jadeando cabizbaja se quedó soñolienta. Qué pensaba? Quizás no pensaba, o pensaba vagamente, ... nada más amargo que éstas... tristezas hechas de sueños neblinosos de dudas, de extraños presentimientos; éstas... tristezas sin nombre, que son como una larga nube que pasa por delante la claridad de las almas dejando al corazón entre nieblas; que son puestas de sol de la vida, crepúsculo vespertino y añoranzas de cosas desconocidas. Morir! A los diez y siete años morir y sentirse morir cuando se abre de par en par la ventana llena de luz y esperanza, y decirse a uno mismo: “De aquí un mes, de aquí ocho días, quizás mañana; tendrás que despedirte, no sólo de todo lo que amas, sino de todo lo que amarías!”
Por qué comencé aquel cuadro!?
Luego, yo fui quien se quedó pensativo, contemplándola con los pinceles detenidos. Parecíame que era como un reloj de arena lleno de gotas de sangre. “ahora faltan cinco,- pensaba; -ahora cuatro, tres, dos”. Y, al llegar a una, decíame: “Ahora caerá de su corazón la última gota, y caerá muerta sobre las macetas de flores”.
-En qué piensa?- me preguntó repentinamente, como si me leyera el fondo del pensamiento.
-Estoy muy preocupado porque el cuadro no me sale bien.
-Es que no estoy quieta?
-Sí mujer: me refiero al fondo, de éste... azul del patio. Usted no se preocupe y descanse.
-Bien, bastante que descansaré pronto!-
Para alentarla, iba a gastarle una broma; pero, viendo su mirada resignada y convencida, la broma se me anudó en la garganta y me escondí con el cuadro.

- - -

Un día su médico entró y, como le conocía, nos pusimos a hablar; mientras ella desde arriba, con sus enormes ojos de enferma, observaba si descubría un signo, un movimiento que la sacase de sus dudas. El médico me dijo que no viviría ocho días.
Yo, no faltaba ni uno. Un imán de simpatía me conducía, y el cuadro casi me servía de excusa. Veía pasar las amigas, la hermana, y muchas veces me retiraba sin haber visto a nadie; cuando un día bajó, como diciendo: “Vengo para que acabes el cuadro”.
-Ande, pínteme,- me dijo.
-Pero, tenemos tiempo.- me atreví a responder.
-Pínteme,- contestó, yendo a sentarse en su lugar.
Ningún día había estado tan contenta: todo era hacer proyectos para el porvenir y levantar castillos en alto. Cuando estuviere bien cambiaría todas las flores del jardín: pondría rosales y muchas clavellinas. Nada de lirios, porque al pasarse parecen estar tristes. Se haría un vestido rosa al estilo de uno que tenía una amiga ... durante las fiestas patronales iría a todos los bailes. Sí: volvería a bailar y quería divertirse y vivir, sobretodo vivir, que no era justo tener que morir tan temprano. Hasta quiso regar las flores, y la vida y yo tuvimos que regarlas.
Absorbiendo el agua revivieron agradecidas y ella las miró de manera tan misteriosa, con unos ojos tan turbios, que su mirada fue todo un mundo secreto de dudas y esperanzas.

- - -

No volvió a bajar más.
-Quiere verla?- me preguntó un día su hermana mayor, -está muriéndose, pero la encontrará levantada.-
Subí y estaba rodeada de las amigas, todas jóvenes, todas alegres, vestidas de claro: flores de primavera al pie de una tumba, vuelo de aves cerca de un gorrión recogido, un gorrión con las alitas plegadas, los ojos a medio cerrar y jadeante de agonía.
-Ya terminó el cuadro?- aún me preguntó...
-Sí, ya he terminado.
-Siendo así, ya puedo morirme.
-Pero, mujer, por qué dice esas cosas?
-Para reírme, precisamente nunca había estado tan bien,- me dijo; y se quedó dormida.

- - -

Ya no se despertó más.
Blanco el ataúd, vestidas de blanco las amigas, pasando por las blancas calles, era el entierro de un lirio. Con las flores del patio le hicieron una corona que colocaron sobre el tumbal y, si hubiera osado, le habría puesto el cuadro.
Se me llevaban fondo y figura y, de aquel patio azul, antes tan alegre, no quedaba más que cuatro paredes gastadas. Pequeño como era, parecía una caja azul, abierta y desmantelada a la que habían quitado las joyas; un fondo de mes de María, desguarnecido y descarnado por el viento de invierno; una jaula vacía. Quietud por doquier; encima, la enredadera colgando como desmayada; abajo, el sol sin reflejos; arriba, un cigarrón negro, refunfuñando, detrás de aquellos vidrios.

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Mucho más tarde expuse el cuadro y me dijeron que unos parientes habían preguntado el precio.
Eran unos primos... y fui a verles. Pobre gente! Quizás querrían tener un recuerdo de la pobre chica muerta!
-Verá,- me dijeron; -la casa que usted sabe la tenemos en venta y como unos conocidos de América nos han hablado de comprarla, queríamos enviar la vista que usted sacó (si fuere baratita) para que vieren la finca.
-Y la chica?
-La chica... la chica, caramba!; bórrela.-

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Santiago Russinyol i Prats
(Barcelona, 1861 – Aranjuez 1931)

Pintor, coleccionista y escritor catalán.
Trabajó un tiempo al lado de su abuelo Jaume Rusiñol, fundador de una importante industria familiar de hilados.
Cultivó su afición al dibujo y a la pintura y expuso, con Casas y Clarasó, reiteradamente, en la Sala Parés de Barcelona.
Aficionado al excursionismo , acompañado por Ramon Casas, emprendió un original viaje en carro por tierras de Catalunya, recogiendo apuntes y mostrando su desdén por lo convencional.
Decidido a romper con la imposición familiar, en 1888 marchó a París, frecuentando la Academia Gervec, donde tuvo como maestro a Pubis de Chavannes; allí residió con Casas, Clarasó, Utrillo y Canudas, y posteriormente con Zuloaga, con quien viajó por Italia y Andalucía.
Vinculado al modernismo (pictórico y literario), organizó las “Festes Modernistas de Sitges” entre 1892 y 1898 (homenaje a El Greco e inauguración del Cau Ferrat). Y, entre 1897 y 1903, en Barcelona, se agrupa con varios artistas amigos en “Els Quatre Gats”: cervecería y hostal, de reconocida importancia en la renovación artístico-literaria de Catalunya; abierto en los bajos de la Casa Martí, ubicada en la calle Montesino.
Viajero infatigable, frecuentó Valencia, Mallorca, Granada y Aranjuez, que le ofrecían tema inagotable para sus “jardines”. Entre los cuadros con este tema, destacan: Jardín de Aranjuez, Fauno viejo (1912) y Almendros en flor (1929).
Su obra literaria, primero de adscripción simbolista y luego modernista (como en Oracions, 1898, verdadero manifiesto del modernismo), se compone de piezas escénicas (el monólogo L’home de l’orgue, 1890; L’alegria que passa, 1898, etc.), novelas (entre ellas, su obra más popular, L’auca del senyor Esteve, 1907, retrato de la pequeña burguesía barcelonesa) y libros de factura más libre (L’illa de la calma, 1920).
Obtuvo gran éxito en teatro con El pati blau (1903) y El místic (1904), inspirado en la figura de Jacint Verdaguer y La mare (1907).
Es, sin duda, un escritor representativo de finales del siglo XIX que sobresale por su talento satírico y particular sentido del humor. El escepticismo acentuado, que encierra su sentir irónico, crece con los años convirtiéndose en paradigmático.
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Biografías de referencia:
RUSSINYOL, Santiago – página 2928 SALVAT 4 CATALA diccionari enciclopedic (SALVAT EDITORES S.A., Barcelona, 1968).
Santiago Rusiñol i Prats –
http://www.grec.net/cgibin/hecc12.pgm?NDCHEC=0057391&PGMORI=A 25/03/00

Esta traducción se realizó en la población de San Diego de Alcalá (Carabobo – Venezuela) en el mes de mayo del año 2000.

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Con este trabajo, Jesús Moret y Ferrer brinda homenaje a Don Santiago Rusiñol i Prats al presentar en América, un fragmento de sus “raíces culturales”.

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Impreso en Venezuela en el año 2001 (1000 ejemplares).

Próximamente:

Volumen 2: SELECCIÓN DE CUENTOS DE APEL.LES MESTRES (1854-1936)
· Cuentos Bosqueriles
· Policromías
· Noches Legendarias

traducciones de: © Jesús Moret y Ferrer, 2001
Todos los derechos reservados.
Edición del traductor.
Queda prohibida su venta y/o reproducción total o parcial por cualquier medio.
Edición, Redacción, Producción, Fotografía, Impresión y Versión para Internet por:
Jesús Moret y Ferrer, San Diego, Carabobo, Venezuela.

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 Visita a “Els Quatre Gats”.
Con mis primos Albert y Victoria Negre Moret (sentados).
Fotografía tomada por Jorget Moret Morales (22-Dic-2009).


Fotografías tomadas por Jesús Moret y Ferrer (22-Dic-2009).

Revisado el 18 de mayo del 2014.