El "Sacrificio de Ifigenia"./ Arriba, parte central del mosaico encontrado en la ciudad romana de Ampurias, Gerona, Cataluña.

El mosaico emporitano del Sacrificio de Ifigenia, fue descubierto en 1848, siendo pieza importante de los restos de una casa romana; ya que constituía el recuadro central del pavimento de una de sus habitaciones. Dicho recuadro mide 60 centímetros de altura por 55 centímetros de ancho./ Abajo a la derecha.

miércoles, 31 de octubre de 2001

EL SEÑOR DE LOS ECOS


EL SEÑOR DE LOS ECOS
© JESÚS MORET Y FERRER, 2001
Filo-Factura 56 Obra hecha con Amor-Vol.1 No.5 ®*

I

- ¡Juan José! – llama la india Tacarí.
- ¡Juan José! – canto triste -; ¡te perdí!

... bajaba una colina
y allá abajo...
un arrollo;
cuyas aguas cristalinas,
resbalaban suavemente,
entre aquellos escollos
(esas piedras durmientes) ...
...
Nadé tras de ti,
que huías juguetona
en dirección al telón
de las aguas cayentes...
y, allí... (1)

            - ¡Relámpago! ¡Relámpago! – se escucharon los gritos de Juan José, llamando a su caballo.
            - ¡Relámpago! ¡Relámpago! ¡Relámpago! ¡Relámpago! ... – respondía el señor de los ecos.
            Era la hora vespertina y los exquisitos colores: rosas, naranjas, violetas, ... del señor de los crepúsculos, pasaron desapercibidos ante la inmensa tristeza ...
            Juan José, únicamente, tenía en su pensamiento el rostro de Relámpago (su hermoso caballo alazán); ... una lágrima rodó mejilla abajo mientras recordaba a su padre ... el día que lo había lazado ... había sido un salvaje ... ahora quizás había vuelto con los suyos ... la silla de montar permanecía a un costado del río, sobre una piedra, junto con el resto del arnés.
            - ¿ ... Será que Relámpago al sentirse desprovisto de sus atavíos ... se sintió libre? – se preguntó Juan José.
            Todo había sido un espejismo ... la hermosa princesa, que Juan José había visto en el sueño, se había desvanecido entre las cristalinas aguas... Relámpago, había desaparecido adentrándose en aquellas tierras desconocidas ... tierras sagradas ... tierras donde imperaba el señor de los ecos y a las que tenía prohibido ingresar.
            De pronto, el señor de las luces también se alejó ...
- Güi, güe, güi, güe, güi, güe, ...
- Uhuú, uhuú, uhuú, uhuú ...
- ¡Plashff!
- ¡Lo maté! – dijo Juan José, aplastando un inmenso zancudo que se había posado en su antebrazo izquierdo.
- ¡Lo maté!, ¡lo maté!, ¡lo maté! – respondió el señor de los ecos.
- ¡Plashff!, ¡plashff!, ¡plashff! - ... continuó Juan José, literalmente acribillado por tantos y tantos zancudos.
- ¡Noooooooh! – gritó desesperadamente.
- ¡Noooooooh!, ¡Noooooooh! – desesperadamente respondió el señor de los ecos.
Había entrado la noche...
- Gruuuaaa – un tronco crujió, cual el cerrar de una puerta...
... era una noche de Luna Nueva ... la espesura de la noche no permitía ver más allá de 6 ó 7 pasos. Alzó la mirada ... y no podía ver ni una sola estrella.
- ¡Noooooooh! ... – volvió a gritar Juan José.
- ¡Noooooooh!, ¡Noooooooh! ... – respondió el señor de los ecos.
Juan José, temblando de miedo desesperadamente, entró en pánico ... y, dando vueltas sobre si mismo ... intentando ver algo a su alrededor, tropezó con una rama, cayendo de bruces sobre un cují; que la tormenta había arrancado de raíz la noche anterior. Torturado, por las innumerables heridas que las espinas le habían producido, intentaba incorporarse; cuando, de repente, al mirar arriba, un fuerte resplandor... y, seguidamente, un trueno ensordecedor... le hizo desplomarse nuevamente sobre el cují. Trueno que parecía celebrar el señor de los ecos...
- ¡Noooooooh! ... – gritó Juan José de dolor.
- ¡Noooooooh!, ¡Noooooooh!  ... – repitió el señor de los ecos.
En aquel instante, Juan José sintió la voz de su madre...
- Hijo mío, te quiero mucho ... Cuando te sientas solo, triste, desamparado ... acuérdate de mí. ... quizás, entonces, yo no estaré ... y, es que el recuerdo de mi amor te permitirá ser valiente y enfrentar cualquier dolor ... y, como dijo un buen señor:
“¡Si en tu camino encuentras espinas;
busca, y encontrarás rosas!”
            Había empezado a llover ... ya sentía sus ropas y cuerpo empapados.
Una segunda luz y un segundo trueno más fuerte que el anterior..., seguido de las burlas del señor de los ecos, hizo que Juan José elevara su mirada... Era tan fuerte el dolor que le producían las espinas...; cuando recibió un baño de agua sobre su rostro (era una inmensa hoja que, habiendo acumulado gran cantidad de agua, no había podido resistir más, dobló, y vació su caudal sobre Juan José).
II

            Juan José despertó ... y, sentado a un costado de la cama, observó a Caribai (su hermosa esposa) y, reflexionando, se dijo a si mismo:
            - “... nuestros actos, no deben ser volátiles como nuestros sueños ... nuestros actos, deben ser producto de nuestras realidades ... deben ser trabajados ... nuestros pasos deben estar impregnados de amor, de alegría ... la vida, no debe ser una aventura...” – y, se recostó preguntándose:
            - “¿Cuántos de tus encantos aún no conozco?, ¿Qué tantas cosas bellas aún escondes, en esas, tan lejanas estrellas? ¡Oh mi gran diosa, Naturaleza!”. (2)
            Y, volvió a dormir...

III

Ya amanecía en el valle de los ecos... Juan José, recuperado, pudo disfrutar a plenitud de los rosas, naranjas, azules y primeros rayos del sol naciente.
- ¡Maco!, ¡Maco! – repitió suspirando, mientras observaba las montañas del este y recordaba al explorador aragonés que solía decir ¡Macu! (lindo) ...
- ¡Macu Maçó! -(lindo pico), repitió en alta voz.
- ¡Macu Maçó!, ¡Macu Maçó! – insistió el señor de los ecos.
... mirando a su derecha, afirmó:
- ¡Allí, sembraremos “Apios”! (3)
            ... y, prosiguió, pensando:
            - “Aprovecharé la luz de este bello día, para continuar explorando este, tan maravilloso, valle; antes de ir a contar a mis tíos Tacacariguas, y a mis tíos de Sevilla y de Aragón... que todo el dolor, que anoche sentí,... fue tan solo porque, al entrar, no solicité el debido permiso. Así pues,” – continuó, pronunciando estas palabras:
            - ¡Pido permiso al señor de los ecos, para estar en su territorio!
            ... y, continuó caminando hacia el norte, encontrándose con otro río; al cual se acercó y, pidiendo permiso para ensuciar sus aguas, lavó sus manos y su cara... cuando, sorprendentemente, observó en el espejo de las cristalinas aguas su rostro; pero, mayor fue la impresión, cuando vio otro rostro en las aguas... volviendo atrás la mirada; para constatar la presencia de...
            - ¡Estoy solo! – ¡gritó!  
            - ¡Estoy solo!, ¡Estoy solo! – respondió el señor de los ecos.
            Y, observando nuevamente las aguas, gritó:
            - ¡Cara!, ¡Cara!; ¡Cara!, ¡Cara!
            - ¡Cara!, ¡Cara!; ¡Cara!, ¡Cara!; ¡Cara!, ¡Cara!; ¡Cara!, ¡Cara! – respondió el señor de los ecos.
            Juan José, pudo observar en las aguas, La Imagen del segundo personaje completamente y, atónito, cayó de rodillas... Vestía igual hábito que “su tío” el misionero franciscano de Aragón; pero su rostro era joven... y llevaba un canasto con panes... Juan José, de rodillas, empezó a rezar.
            - Padre nuestro... danos hoy nuestro pan...
            Diciendo esto, extendió su mano derecha; para alcanzar una guayaba que venía río abajo. Y, en aquel instante, escuchó una voz como la de su padre; que parecía venir de La Imagen en las aguas...
            - Juan José, algún día serás grande... deberás saber, entonces, que nuestra existencia debe “corresponder a individuos organizados”..., responsables, y deseosos de servir; como dijo un buen señor: “¡Trabajar es: procurar que una belleza ordenada nos rodee!”
            La Imagen... se desvaneció.
            Ya el sol había remontado el cenit y Juan José decidió regresar a la tierra de los tacariguas ... Estaba ansioso de dar la noticia de su buena ventura ... a su madre Tacarí, a su padre Juan El Sevillano, y a sus tíos tacariguas, tíos sevillanos y tíos aragoneses... Debían perder el miedo a esas “tierras prohibidas” del señor de los ecos.
  
IV

            Juan José, contó su historia y todos le creyeron y, al siguiente día, colmados de emoción le siguieron... Muy temprano, en la mañana, entraron al valle; no sin antes, pedir permiso al señor de los ecos... Juan José, les mostró el cují que le había producido las heridas... y, continuaron valle adentro ... les mostró las montañas “Macomaco” y también las del norte, diciéndoles:
            - ¡Allí, sembraremos “Apios”!
            Luego, los llevó al hermoso surco de aguas... y todos estuvieron de acuerdo en fundar un pueblo a la margen derecha... se llamaría SAN DIEGO DE ALCALÁ en memoria del señor de los panes ... habría de ser un poblado muy especial...
            - Debemos planificarlo bien, ver con que recursos contamos ... hacer bien las cosas desde el principio ... y, ¡siempre hacerlas bien! ... Hacer, de nuestro trabajo, una experiencia que nos invite a disfrutar de la “buena aventura de vivir”...
            - ¡Relámpago!...
            - ¿Sí?, mi amor. – dijo Caribai, encendiendo la luz de la habitación... -  Debes levantarte para ir al trabajo... Voy a prepararte el desayuno.
            - ¡Caribai! ... te amo, esposa mía... Hoy, y mañana, y más allá de mañana; trabajaré con agrado... Por ti, por nosotros, ¡por este hermoso Valle de La Caracara en el que vivimos! (4)
Jesús Moret y Ferrer
(octubre 2001)

* * *

NOTAS:

(1) fragmentos de “UN SUEÑO” (18-Ene-77)
       © JESÚS MORET Y FERRER, 2001
           Filo-Factura 56 Obra hecha con Amor-Vol.1 No.3

(2) fragmento de “A MI DIOSA” (21-May-76)
       © JESÚS MORET Y FERRER, 2001
           Filo-Factura 56 Obra hecha con Amor-Vol.1 No.4

(3)       Al ESTE ... Filas de Macomaco y La Josefina, donde tiene sus nacientes el río San Diego, cuya cumbre dominante es el pico Caobal, a 1989 metros sobre el nivel del mar.
AL NORTE ... Fila de Los Apios, donde tiene sus nacimientos el río Los Guayos.
            JESÚS BRICEÑO ENRIQUEZ, 1978
            NOCIONES HIDRO-GEOGRÁFICAS DEL ESTADO CARABOBO.

(4)       SAN DIEGO, SUS ORÍGENES Los  primeros pobladores españoles establecieron sus posesiones agrícolas en el amplio valle de la Caracara, donde disponían de abundante agua y mano de obra indígena para sus menesteres y labranzas. Eran en su mayoría aragoneses y sevillanos, por lo que no estaríamos muy alejados de la verdad si suponemos que el apelativo dado de Alcalá, inmediatamente después del nombre San Diego, daba a entender que sus pobladores eran oriundos de aquel lugar ibérico.
            JESÚS BRICEÑO ENRIQUEZ, 1978
            NOCIONES HIDRO-GEOGRÁFICAS DEL ESTADO CARABOBO.

* * *

* FILO-FACTURA 56 Obra hecha con Amor ®
© JESÚS MORET Y FERRER, 2001

Hecho el Depósito de Ley.
DEPÓSITO LEGAL: lf041200080044.A (Volumen 1)
                                   lf041200080044      (Colección)

ISBN: 980-328-743-5 (Volumen 1)
980-328-742-7    (Colección)

Todos los derechos reservados.

Edición original, del autor, limitada a 56 ejemplares.
Este ejemplar (o sus fragmentos enviados por correo electrónico), es un obsequio del autor a sus amigos; queda prohibida su venta y/o reproducción total o parcial por cualquier medio.

Edición, Redacción, Producción, Fotografía e Impresión por: Jesús Moret y Ferrer, San Diego, Carabobo, Venezuela.

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San Diego de Alcalá, obra de Francisco de Zurbarán.

lunes, 22 de octubre de 2001

"Cuentos Bosqueriles"



Título original en catalán:
TOTS ELS CONTES
de Apel.les Mestres (escritos en 1876-77)



Título (Colección):
CUATRO GATOS
EN LA BIBLIOTECA DE SANTA LUCÍA

Título (Volumen 2):
SELECCIÓN DE CUENTOS
DE APEL.LES MESTRES (1854-1936)
Traducción de:
© JESÚS MORET Y FERRER, 2001

Hecho el Depósito de Ley.
DEPÓSITO LEGAL: lf04120018002.B (Volumen 2)
lf04120018002 (Colección)

ISBN: 980-328-772-9 (Volumen 2)
980-328-770-2 (Colección)


Volumen 2 – No.1 – “Cuentos Bosqueriles”
Portada: “Quema-quema”
fotografía por: Jesús Moret y Ferrer
a orilla de la carretera Tinaco-Tinaquillo.

Edición del Traductor.
Derechos reservados.
Queda prohibida se reproducción.

Colección
CUATRO GATOS
EN LA BIBLIOTECA DE SANTA LUCÍA


Volumen 2
Selección de Cuentos de
Apel.les Mestres (1854-1936)

* * *

CUENTOS BOSQUERILES
Primera Parte:
La Gloria
El Monumento al Sol

Traducción de
JESÚS MORET Y FERRER

* * *
Miembro de la
ASOCIACIÓN DE ESCRITORES DE CARABOBO
(AESCA)






San Diego de Alcalá
Carabobo, Venezuela
Octubre del 2001
-
-

A Monseñor Ramón Garriga

Muy estimado amigo:
Aquí tiene un libro del cual quisiera no se imprimiese más de un ejemplar y éste fuese a parar a sus manos.
Con esto creo expresar toda la confianza que tengo en que usted ha de recibirle con simpatía y el temor de que esta simpatía sea la única que despierte.
Suyo afectuosamente,
EL AUTOR
(Apel.les Mestres)

* * *

AL LECTOR

Amigo lector: Si tienes la buena voluntad de seguirme, es preciso que te armes. ¡Sí! de paciencia, quizás; pero, sobretodo, de un cristal de aumento.
Voy a conducirte a un país, sin duda, “desconocido” por ti; al país de mis grandes amigos. LOS PEQUEÑOS.
Muy posiblemente, entrarás con la mueca de desdén con que el viajero acostumbrado a visitar grandes metrópolis entra en un pueblito de último orden; pero también es posible que al salir no te duela el haber entrado aunque no hayas hecho más que dar una ojeada muy somera.
Y, ¿quién sabe?! tal vez algún otro día me pidas que vuelva a conducirte; para adentrarte más. A esperarlo no me atrevo; pero excuso decirte que sentiría verdadero gozo. NOTA (1).
Y ahora, amigo lector, si te parece, hagamos un poco de historia. A un viejo se le perdona y hasta se le agradece a veces.
Estos cuentos microscópicos (y algunos otros que no es probable que salgan de la cartera donde han dormido hasta ahora, que no se por qué se han salvado de las sucesivas quemas en las que han expiado sus faltas todas mis demás obras contemporáneas) fueron escritos treinta años atrás (1876-77). NOTA (2).
En aquel tiempo, mi amor por los “seres pequeños” me representaba solamente burlas (más o menos inocentes, más o menos sangrientas); hoy en día ya se me respeta este amor, lo cual por si solo me prueba lo mucho que hemos avanzado.
Buffon – el gran Buffon – se burlaba despiadadamente de Réaumur porque “admiraba la grandeza del Creador en el ala de un insecto”. Buffon era un gran hombre, un genio colosal; pero el día que dijo esto, dijo una solemne tontería. Sin duda, algunos años más tarde habría admirado a Réaumur y le habría abrazado como a un hermano (como a un hermano quizás menos genial que él; pero, dotado de vista más fina).
He aquí, porque entonces, ni soñaba en publicar estos cuentos y porque me atrevo ahora (más a título de “curiosidad” que por vanidad de padre).
Uno de ellos “El monument al Sol” fue publicado en el libro “Records i fantasies” que de prisa, corriendo y sólo para complacer a la empresa del “Poble Català” compaginé un año atrás. (1906).
Confieso que no sin muchas vacilaciones y escrúpulos lo incluí en aquel libro; pero, así mismo, confieso no sin sorpresa – sorpresa agradable, ¿por qué negarlo? – observé que en lugar de ser mal recibido, como me temía, había recibido algunos elogios (en hora buenas) que mucho estimo.
Y, he aquí, en fin, porque me decido a sacarlos de la cartera y dártelos a leer esta; al menos para mostrarte confidencialmente como pensaba, sentía y hacía prosa treinta años atrás este poeta envejecido en la tasca y que tan (de veras) realmente te agradeceré tu benevolencia en seguirlo durante tan larga y espinosa jornada.
Sí, espinosa; pero que aún prosigo con igual deleite y que – robando una frase a mi patrón de “Els sardinalers” NOTA (3), -
“...si pudiera
volver a comenzar, comenzaría!”

Apel.les Mestres

*
* *

NOTAS DEL TRADUCTOR

NOTA 1:
Amigo Apel.les Mestres:
... no sólo te pido que vuelvas a conducirme...; para adentrarme más...
Quizás tenía 18 años ... quizás más ... quizás menos, cuando te leí la primera vez. Un día papá prestó tus cuentos; prefiero decir: “los regaló, para que otras personas pudieran leerte”.
Pero “tus cuentos”, han estado todos estos años en mi corazón ... en el corazón de este joven que una vez se dejó conducir ... aquel día lluvioso de principios de otoño; de pié, junto a un Pino Centenario...
Ya ando en 47 y he revuelto tierra, cielo y mar; para re-encontrarte... y tú; quien a esperarlo no te atrevías ... te me escondías y ahora, tus cuentos en mis manos; ¡verdadero gozo el mío! saber que “sientes verdadero gozo”. Quién iba a pensar ... “que andas en 147” ... maestro, mis respetos. Tu obra es una verdadera joya ... y el gozo del “intelecto-activo” no puede ser particular; ya que: “es verdadero y eterno” (Aristóteles); permíteme en el 2001 conducirte al “tercer milenio” y que tus cuentos sean “un regalo” para otros lectores, ahora en castellano.
... y, muy especialmente, para mis hijas y alumnos...
Jesús Moret y Ferrer

* * *

NOTA 2:
El comentario de Apel.les Mestres hace pensar en la intención de editar estos cuentos en 1907; sin embargo, el traductor sólo ha conocido dos ediciones de ellos. Ambas (1948 y 1962) con el título de “TOTS ELS CONTES” de Apel.les Mestres (Editorial Selecta, Barcelona).
Un servidor, leyó completamente este libro de cuentos, por primera vez en 1978 (después de “haber entrado en EL PATI BLAU” de Santiago Rusiñol / ver Volumen 1 de la presente colección); se trataba de un ejemplar de la edición de 1948 que había sido propiedad de la Biblioteca del “Centre Català de Valencia” (Valencia-Venezuela). José Moret y Bosch, mi padre, había conservado cuatro libros de una misma colección que quedaron en sus manos al cierre de la referida institución (que tenía su sede en una casona ubicada a una cuadra de la plaza Santa Rosa a un costado de “las barracas”). En 1991, el traductor, heredó los libros...; pero sólo había tres de Editorial Selecta. “Tots el Contes de Apel.les Mestres” se había perdido... Cuando el traductor quiso contactar con la señora que “debía tenerlo”, ella ya había muerto en un asilo... en Caracas. Cuando su amigo, Alexis Agrella Lugo, fue a revisar los libros que había dejado... sólo encontró algunos otros folletos.
Para mi persona, Apel.les Mestres estuvo escondido y negado... hasta que en Septiembre del 2000 (tras ocho meses de búsqueda, a través de Internet) pudo ubicar ocho ejemplares de la edición de 1962. Los ejemplares, se encontraban en seis de las bibliotecas de la Generalitat de Catalunya. Después del hallazgo, pude comunicarme con la Sra. Anna Bröll i Nadal (dirección general) ... quien cursó indicaciones a la Sra. Montserrat Busquet i Durán (Directora de la Biblioteca Central de Terrasa) ”...para que le facilitemos una copia”. Luego, hecha la correspondiente verificación “Hemos comprobado que está agotado. Desde la biblioteca se lo podemos fotocopiar entero y mandárselo...”. En Noviembre del 2000, lo recibí en Venezuela... (para ello, sirvió de puente mi prima, María Navarro y Soler). ... a todos ellos, mi mayor agradecimiento.

Jesús Moret y Ferrer


* * *

NOTA 3:
“Pescadores de sardina”

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* *

CUENTOS BOSQUERILES
(Qüentos Bosquetans)

Selección de cuentos.
Escritos en catalán, en 1876-77
por
Apel.les Mestres

Traducción de:
JESÚS MORET Y FERRER

* * *

La Gloria

I

Acababa de llover.
Todas las hojas del bosque goteaban, como si llorasen la muerte del verano. Y, entre el silencio de aquella tristeza otoñal, armonizada por las gotas que caían saltando de rama en rama, al pié de un Pino centenario, afloró un pequeño Honguito.
Girando, a uno y otro lado, su aterciopelada “sombrillita”; admirando con respetuosa sorpresa la altura del Pino, le gritó:
- ¡Buen día, padre!
- ¡Calla, inepto! – respondió el Pino, desde lo alto, desdeñosamente. Vergüenza me daría ser padre de una miniatura como tú!
Alrededor, todos los árboles soltaron una carcajada.
El Honguito, resignado, sufrió entonces su primera decepción; y sin ofenderse, continuó paseando su ingenua mirada de un árbol a otro.
- Y entonces... ¿Quién es mi padre?
- ¿De qué padre hablas? ¡Miserable criatura! – respondió enfáticamente un Roble entrado en años y repleto de arrugas. ¿De cuándo acá, algún hongo ha tenido padre?... ¿Sabes que eres tú? Un aborto de la tierra húmeda que ha hecho germinar las esporas de otro hongo – tan despreciable como tú – que, tiempo atrás, salió a mis pies.
El Honguito, sufrió en silencio su segunda decepción y, afligido, por haber nacido en medio de una sociedad tan llena de ciencia como desprovista de corazón; pero deseoso de captar la simpatía del Pino que aún le goteaba, le dirigió la palabra nuevamente.
- ¿Hace muchos días que te levantas tan alto?
El Pino, a pesar del visible menosprecio que el Honguito le inspiraba; sin poder resistir un soplo de vanidad que le remontó hasta la cima, respondió con orgullo:
- Más de cien otoños, con sus cien inviernos, cien veranos y cien primaveras.
- ¡Caramba! – exclamó el Honguito con un suspiro de satisfacción - ; ya no me extraña verme tan pequeñito a tu lado. Cuando haya visto, como tú, cien otoños con sus cien veranos...
La formidable carcajada que soltaron todos los árboles a su alrededor le rompió la palabra.
- ¡Cállate, miserable nada! – protestó el Pino, agitando sus ramas y haciendo caer un chaparrón en tierra; cual balde de agua - . ¡No dirías lo que acabas de decir si supieses que ya no tienes que crecer más de lo que has crecido! ¿Qué cabeza, que no fuese la tuya, podía imaginar que un Hongo viviere más allá de un día? ¿Un día, me escuchas? ... y, más bien demasiado para un ridículo como tú. ¡Eres tan inútil, que mañana; de ti, ya no habrá nada que decir!

II

El Honguito, dejando caer su sombrillita, llegó a sospechar que quizás tenían razón al rehuir su compañía; aquellos árboles tan altos, de tanta cepa y tan frondosos.
Observó a su alrededor y percatándose de un pobre Romero cercano a él que, entre las piedras, se agarraba firmemente para no caer; creyó ver a un humilde como él que, de seguro, no se burlaría como los grandes de la selva.
- ¿Y entonces, amigo – le dijo en tono jovial - , que hay de bueno?
- ¡No gran cosa! – respondió el Romero - . Como las abejas ya no volverán este año ... espero que suba el yerbero a recoger las últimas flores que me quedan; para hacer medicinas.
El Honguito, satisfecho, añadió:
- Yo también esperaré al yerbero.
- ¿Y qué quieres que haga de ti? – replicó el Romero hablando con sorna - . ¡Antes deberías esperar que te saliesen flores!
- ¡Claro, se entiende que antes espero florecer igual que tu!
Entorno al honguito, resonó una risotada más estrepitosa que las anteriores.
Nuevamente dejó caer su sombrillita y, con más tristeza, pensó:
“¿Entonces, qué? ¿No creceré como los árboles, ni floreceré como el Romero? ¿Por qué habré nacido, entonces? ¿Para ser befa de todos y vivir una vida sin utilidad?...”
Y comenzó a decaer de tristeza. Aquella noche le pareció larga, interminable; y el nuevo día más largo y más penoso que la noche misma. ¡Es una larva tan apretada y triste la vida sin esperanzas!

III

De repente, entre el sonar de matas removidas, alaridos y rizas; aparecieron dos chiquillos, saltando y rondando delante de un lugareño que llevaba al brazo un cesto en el que – ahora uno, ahora otro – iban echando los hongos que recogían.
- ¡Otro, otro! – gritaban con alegría los chicos al encuentro de cada nuevo hongo -. ¡Qué almuerzo nos espera! ¡Tan solo pensar en ello, ya me chupo los dedos!
“¡Alabado sea Dios! – pensó el Honguito en su agonía -; ¡veo que soy un delicioso manjar! ¡Ya me extrañaba ser tan inútil!...”
En aquel momento, el más pequeño de los muchachos lo arrancó...; un manotazo, que le aventó el mayor, le hizo rebotar en tierra.
¡Bota eso! ¿No ves que no sirve para nada?
- No lo boten – murmuró el padre, con mesura – está claro que no es comestible; sin embargo, se trata de un hongo muy especial.
Y lo colocó en un rincón, al fondo del cesto.
Los chiquillos, saltando como cabritos, y el buen hombre, caminando pausadamente; continuaron la travesía adentrándose en el bosque.

...

IV

Habiéndose alejado un buen trecho, alegrías y rizas se volvieron quejidos de dolor y alaridos lastimosos. El menor de los hermanos, acababa de caer en un barranco...; de una herida, abierta en su frente, manaba la sangre que caía entre las piedras. El mayor, agitaba sus manos, vuelto un mar de lágrimas.
En dos saltos, el lugareño estuvo plantado al fondo del barranco y levantando a su hijo ensangrentado extendió la mirada alrededor. No había una fuente... un hilo de agua para limpiar la herida ... y, ¡detener la sangre! ...
De pronto, sacó del fondo del cesto al infortunado Honguito, mechándolo y aplicándolo amorosamente sobre la herida; y, amarrándole el pañuelo en derredor, le dijo al pequeño, procurando dar a su voz una entonación dulce y envalentonadora:
- No tengas miedo, no pasa nada. Mientras digo “Jesús”, el Honguito detendrá la sangre y cerrará la herida. ¿Te das cuenta, que hicimos bien al recogerlo?
Le dio un beso en cada mejilla y el herido sonrió y, en sus ojos, aún llenos de lágrimas, brilló un resplandor de alegría...
¡Pobre Honguito! ¡Qué orgulloso se habría sentido si lo hubiese podido ver! Pero, ¿Cómo podía verlo, si ya estaba muerto?...
¡Es, a este sarcasmo cruel, al que llamamos la Gloria!
¡En fin, bienvenida sea, por tarde que llegue!

*
* *

El Monumento al Sol

I

¡Imaginaros si debía hacer calor en el bosque en pleno mes de agosto y en pleno mediodía! Los pinos sudaban largas lágrimas de reina que, como pastosas ampollas de jarabe, chorreaban lentamente; los robles extendían las ramas con olímpica pereza; los brotes que alfombraban la tierra iban enrojeciendo cual braza.
Entretanto, la Chicharra había agotado su bastísimo repertorio; ¡Cuánto había cantado aquel día! Himnos graves, canciones alegres, odas filosóficas con toques de sentido común; canto llano, tan saturado de solemnidad, que el imperante contorno de hojarasca parecía convertirse en la nave de una iglesia...
Os juro que sudaba valientemente y la verdad es que no había para menos. Se secaba la frente, frotaba un ala con la otra y soplaba con franca satisfacción, cuando reparó en la Langosta que, de un salto, vino a instalarse en una rama próxima a la suya. La Chicharra clavó en ella sus ojotes grises admirando la verde coraza recogida entre las alas y las sierras.
Viendo la Langosta que era objeto de atenta consideración, echó negligentemente hacia atrás sus interminables antenas y exhaló un ¡¡¡ufff!!! que traducía mejor que cualquier diccionario el cansancio que sentía y el calor que le agobiaba. Entonces, la Chicharra le saludó, entró en conversación con ella y se sintió muy honrada de las frases repletas de cortesía que obtuvo de la Langosta.
- ¡Imaginaros si tendré motivos para estar acalorada, cuando no he hecho otra cosa que cantar desde que el primer rayo de Sol doró la primera hoja!
- Perdonad, comadre – contestó la Langosta -; he escuchado vuestros cantos y, palabra de honor, me han parecido maravillosos: que lo diga, sino, aquel Tomillo de allá abajo, de donde ahora vengo y con el cual nos hemos extendido en elogios tan pronto terminasteis de cantar. Pero, aunque en cuestión de música no entiendo absolutamente nada, ni puedo decir otra cosa que “me gusta” o “no me gusta”; nadie me hará creer que vuestro oficio sea más agotador que el mío.
Y, después de extender con parcimonia una y otra sierra, añadió:
- ¡Bailo y salto desde que se hace de día hasta que el Sol se pone!
- ¡Anda, anda! – exclamó la Chicharra con grandes muestras de admiración y respeto - ¡Cómo quien no dice nada! ¡Bailar y saltar! ¡Anda, anda! Sin duda habrá usted recorrido mucho mundo y estudiado mucha letra.
-¡Pse!...
- Y... ¿eso lo hace usted para distraerse o como medicina?
- No: sencillamente para rendir tributo al Sol, mi benefactor; por el amor y el respeto que le debo.
- A igual fin dirijo mi canto – exclamó la Chicharra, redoblando sus simpatías. En honor al Sol improviso cada día los himnos más entusiastas y las más variadas melodías. ¿Tendría usted la amabilidad de mostrarme sus habilidades?
- ¡Me honra en demasía, comadre! – manifestó la Langosta -; haré todo lo posible para complacerle.
- Y, después de restregarse vigorosamente las manos y escupírselas, recogió las sierras y pegó un brinco, yendo a plantarse en otra rama de frente a la Chicharra; pegó un segundo brinco y se plantó dándole la espalda; finalmente, pegando un tercer brinco, abrió completamente las alas y después de trazar en el aire una majestuosa espiral, se dejó caer de golpe sobre el mismo punto de partida.
La Chicharra no lo podía creer; no encontraba palabras para expresar su entusiasmo:
- ¡Muy bien! ¡muy bien! ¡admirable! ¡En mi vida, no había visto tanta gracia ni tanta destreza! ¡Posee usted un tesoro en las piernas, amiga mía!... ¡Lástima, ... semejantes maravillas para ojos tan indignos como los míos!
La Langosta, excusándose modestamente, pidió entonces a la Chicharra que le permitiese admirar su genio musical.
La Chicharra comenzó a carraspear y a probar tonos – aunque, en realidad, no sabía salirse del mismo – y al fin entonó un himno al Sol, cuya letra era esta: “¡Sol grande, Sol fuerte, Sol todopoderoso, caliéntame y broncéame! ¡Caliéntame y broncéame, Sol todopoderoso, Sol fuerte, Sol grande, Sol, Sol, Sol, Sol, Sol, Sol, Sol, Soooooooooooooooooooooooooooooooooooool!”.
Era verdaderamente un canto admirable. La Langosta aplaudía con delirio y proclamó la letra digna del gran procreador de la Naturaleza, así como la melodía digna de tal letra.
- ¡Sol grande, Sol fuerte, Sol, Sol, Sol, Sol! – repetía con empeño- No es todo saltar y girar o quitarse de la mente unas cosas tan, tan... ¡Anda, anda, anda! ¡”Sol, Sol, Sol, Sol”... Anda, anda, anda!
Tanto y tanto elogiaron mutuamente sus grandes aptitudes artísticas, que no podían menos que llegar a esta conclusión, que con inexplicable terror formularon al unísono:
- ¡Y pensar que de tan grandes obras no quedará rastro sobre la tierra!
- Cuando ya no seamos del mundo de los vivos – añadió la Chicharra -, nuestros hijos ignorarán nuestro talento, el mismo Sol lo olvidará quizás... ¡Y esto, es muy doloroso!
Los ojos de ambas amigas se llenaron de lágrimas.
De repente, la Langosta, dirigiéndose a la Chicharra, con una mirada repleta de dulces esperanzas, exclamó:
- En algunos de mis viajes a Egipto he tenido ocasión de admirar los trabajos del hombre – que al fin y al cabo, no deja de tener alguna que otra cosita digna de estudio y hasta de elogiar – Entonces, bien: el hombre ha pensado, lo mismo que nosotras, perpetuar la memoria de su paso por la tierra; y, al efecto, levanta monumentos que se alzan hasta tocar el Sol en su propio trono.
- ¡Magnífico! ¡Sublime! – gritó la Chicharra.
¿Qué habrá sentido la pobre, que ignoraba todo cuanto pasaba más allá del bosque? ¡Qué saltar y bailar de alegría! ¡Qué gritos de entusiasmo!
- ¡Sí, sí, dicho está; levantaremos un monumento al Sol, al Sol grande, al Sol fuerte, al Sol todopoderoso!
Cantando una y bailando la otra, armaron tal alboroto, que todos los escarabajos, escarabajitos y escarabajotes que vivían en el mismo pino salieron de sus escondites para enterarse de lo que sucedía; hasta una Oruga, que se encontraba en la rama superior a punto de convertirse en crisálida (por lo cual sufría de una terrible migraña), envió a un Ciempiés vecino con el recado de que no hicieran tanto ruido; porque le ponían la cabeza como tres cuartillos.

...


II

Pero, como ni la Chicharra ni la Langosta tenían conocimientos para alzar ningún monumento – puesto que, además de cantar y bailar no sabían hacer otra cosa -, decidieron ir a hablar con la Araña, que vivía cinco robles más arriba, a mano izquierda; y le propusieron la dirección y construcción del monumento.
- Dejádmelo a mí – les respondió ésta, con aire de persona entendida -, Si no sale a gusto de todos, renuncio a mis honorarios. ¿Dónde quieren emplazarlo?
- En la cima del roble más alto. Y decimos roble, porque así no habrá que temer que el brutal viento tramontano lo arranque o quiebre como podría suceder con un pino o cualquier otro árbol.
- Perfectamente, está muy bien calculado; y repito que será un monumento como no habrá otro en toda la tierra.
Y, comenzó a trazar el proyecto.
- Tomaremos como punto de partida – digámosle A – el extremo de la rama más alta e iremos a parar al punto B; el extremo de la rama más inmediata. De estos dos puntos y de los más firmes y más apropiados que se nos vayan presentando, dirigiremos hacia un centro común mil y mil radios, empleando, naturalmente, material de la óptima calidad, el mejor que fabrico. Después, reforzaremos todos estos radios entre si y, al mismo tiempo, los decoraremos mediante un sinfín de círculos concéntricos que, partiendo del centro común, irán ensanchándose gradualmente hasta morir en los puntos de partida... Será, en una palabra, la verdadera imagen del Sol; a quien se trata de glorificar.
La Araña, dio su palabra de honor de tener concluida la obra al despertar del día siguiente, aunque para esto fuere preciso no descansar en toda la noche. Las dos artistas extendieron sus alas y desaparecieron afanosas de llevar al bosque un gozo que no les cabía en el cuerpo; mientras, la Araña se deslizaba por un hilo, cazando una mosca al paso.

III

Antes que el Sol del nuevo día apareciera en el horizonte, la Chicharra y la Langosta, rodeadas de todos los habitantes del bosque, estaban ya, boquiabiertos, en estática contemplación frente a la obra maestra; todo el mundo se desbordaba en elogios y confesaba no haber visto jamás cosa tan acabada y perfecta. Hasta los más poderosos – el Escorpión y la Tarántula, entre ellos -, felicitaban a la Araña y se consideraban honrados al estrechar la mano que tal prodigio había realizado; Mosca hubo que no titubeó en acercársele y hacerle una respetuosa reverencia.
Era aquel, en fin, el día más glorioso que se registraba en los anales del bosque y todo el mundo se disponía a celebrar la inauguración del monumento ... cuando un soplo de viento dejó, en un abrir y cerrar de ojos, el famoso monumento convertido en un incoherente manojo de hilachas que colgaban por todos lados.
La carcajada fue general; la multitud se dispersó apretándose la panza. Ya nadie celebraba el mérito de la obra sino la intrepidez del viento que la había destruido. ¡He aquí como, sin pensarlo, se había captado la admiración de todo un pueblo!
Pero, ¿y la Araña?
No se le vio nunca más. Como viera desvanecer tan bello punto y su gloria; desapareció con toda la prisa que le permitieron sus ocho patas que, aquel día, le parecieron pocas.
En cuanto a la Chicharra y a la Langosta, estaban furiosas, considerándose las más infortunadas de todas las criaturas. Una venerable Abeja, más razonable que los escasos espectadores que les rodeaban, intentó aconsejarles con estas sabias palabras:
- ¿Cómo podíais esperar de la Araña una obra duradera, si nunca ha producido alguna que viviera más de un día?
- Entonces, si ella sabía eso que dice Usted ¿por qué no nos lo advirtió? – objetó con ira la cándida Chicharra.
- Porque de todas maneras debía construir su telaraña para procurarse la pitanza.
- Entonces, yo me vengaré – replicó la Langosta – destruyendo con mis sierras todas las telarañas que haga y la obligaré a morir de hambre.
- Nada de eso – objetó la prudente Abeja -; la venganza, lejos de curar los males, no hace sino aumentarlos.
Las desoladas artistas se dejaron convencer y, únicamente, se mostraron inconsolables ante la idea de que ni un solo recuerdo quedaría de sus grandes talentos.
- Si quedará – afirmó sentenciosamente la sabia Abeja -. Quedará la memoria y quedarán las obras y cuidaros mucho de que así no sucediere. Enseñad a vuestros hijos vuestras respectivas artes; enseñadles todo lo que sepáis... y morid tranquilas. Habréis agregado una piedra más a un monumento que, lejos de desaparecer, irá creciendo y perpetuándose con la nueva piedra que cada generación agregará.
*
* *
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Apel.les Mestres
(Barcelona, 1854-1936)

Escritor y dibujante catalán.
Discípulo de Lorenzale y Martí Alsina, ilustró con sus dibujos, magníficamente y cultivando diversos géneros, una considerable colección de libros clásicos y modernos, entre los cuales destacan los Episodios nacionales de Pérez Galdós y el libro folclórico Tradicions (1895). Colaboró en esta vertiente en publicaciones como La Campana de Gràcia, El Globo, El Liberal, L’Esquella de la Torratxa, La Publicidad, etc. Alternó esta ocupación con la de escritor y poeta.
En 1875 publicó su primer volumen de versos, Avant!, y con las Fábules obtuvo al año siguiente el premio extraordinario del consistorio de los Juegos Florales. En esta labor poética fue un pre-modernista, y su actitud se situó entre el naturalismo y cierto romanticismo de corte nórdico; presentando nuevos intereses - entre el escepticismo y el realismo -, posteriormente desarrollados en toda su abundante producción.
De su obra en verso destacan Microcosmos (1876), Balades (1889), Cançons íntimes (1889), La garba (1891), Odes serenes (1893), Epigrames (1894), Idil.lis (1899-1900), Pom de cançons (1907), Semprevives (1922) y Darreras balades (1926). Sus poemas de espontaneidad emocional y lenguaje normal, sin arcaísmos, son cantos al pasado, a la juventud y al amor. De sus poemas narrativos, el más representativo es Liliana (1907).
De índole perdurable, es su colección de canciones; recogidas de la tradición popular, todas aptas para musicalizar.
Aunque perteneció a la generación “floralista” - fue proclamado “Maestro en el Arte de la Poesía” (1908) -, se insertó en la corriente modernista formando parte del grupo “L’Avenç” y fue redactor de “Catalunya Artística” (1899-1902), semanario de literatura, artes y teatro.
En la lírica, hay que citar también, su traducción del Intermezzo de Heine (1895) y la antología Poesia xinesa (1925), obra de pionero.
Como prosista cultivó la biografía, el género autobiográfico (Records i fantasies, 1906 e Història viscuda, 1929), el cuento infantil y popular reelaborado (La perera, 1908 y L’espasa, 1917).
Más tardía es su producción dramática (con la colaboración de músicos como E. Morera y E. Granados), que inició en 1901 con el estreno de La Rosons y Picarol, piezas breves afiliadas al modernismo y al cultivo de lo popular. Esta inspiración alcanzó su punto culminante en la versión teatral del poema Liliana (1911) y en La rondalla d’amor (1910). En su teatro poético, caracterizado por la fantasía y la preferencia otorgada a temas marinos, sobresalen Nit de Reis (1905), L’avi (1909), La Rosons (1915), La barca dels afligits (1916) y La barca vella (1927).
Otras piezas importantes son Gaziel (1906), La presentalla (1908), Els sense cor (1909), L’estiuet de Sant Martí y Niu d’àligues (1917).

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Biografía de referencia:
MESTRES, Apel.les – pàgina 2219
SALVAT 4 CATALÀ diccionari enciclopedic
(SALVAT EDITORES S.A., Barcelona, 1968).
Colección
CUATRO GATOS
EN LA BIBLIOTECA DE SANTA LUCÍA ®

Volumen 1:
LA CHICA DEL PATIO AZUL (1903)
Volumen 2:
SELECCIÓN DE CUENTOS
DE APEL.LES MESTRES (1854-1936)

Traducciones de:
© JESÚS MORET Y FERRER, 2001

Hecho el Depósito de Ley.
DEPÓSITO LEGAL: lf04120018002.A (Volumen 1)
lf04120018002.B (Volumen 2)
lf04120018002 (Colección)

ISBN: 980-328-771-0 (Volumen 1)
980-328-772-9 (Volumen 2)
980-328-770-2 (Colección)

Todos los derechos reservados.

Edición del traductor.

Queda prohibida su venta y/o reproducción total o parcial por cualquier medio.

Edición, Redacción, Producción, Fotografía, Impresión y Versión para Internet por:
Jesús Moret y Ferrer, San Diego, Carabobo, Venezuela.

Revisado el 18 de mayo del 2014.

lunes, 29 de enero de 2001

"La Chica del Patio Azul"

Edición original limitada a 20 ejemplares
(Mayo del 2000)




CUATRO GATOS EN LA BIBLIOTECA DE SANTA LUCIA (Colección)
Volumen 1: LA CHICA DEL PATIO AZUL (1903)
traducción de: Jesús Moret y Ferrer

Título original en catalán:
EL PATI BLAU de Santiago Rusiñol i Prats, 1903

Título (Colección):
CUATRO GATOS EN LA BIBLIOTECA DE SANTA LUCIA

Título (Volumen 1):
LA CHICA DEL PATIO AZUL (1903)
Traducción de:
© JESÚS MORET Y FERRER, 2001

Hecho el Depósito de Ley.
DEPÓSITO LEGAL: lf04120018002.A (Volumen 1)
lf04120018002 (Colección)

ISBN: 980-328-771-0 (Volumen 1)
980-328-770-2 (Colección)

Portada: Ciudad de Barcelona, sector del casco antiguo (croquis hecho por el traductor).

Edición del traductor.
Derechos reservados.
Queda prohibida su reproducción.

Colección
CUATRO GATOS EN LA BIBLIOTECA DE SANTA LUCIA

Volumen 1
LA CHICA DEL PATIO AZUL (1903)

* * *

(EL PATI BLAU)
Cuadro para teatro. Escrito en catalán, en 1903, por Santiago Rusiñol i Prats

Traducción de: Jesús Moret y Ferrer

* * *

Miembro de la ASOCIACIÓN DE ESCRITORES DE CARABOBO (AESCA)

San Diego de Alcalá, Carabobo, Venezuela, Mayo del 2000

Presentación

Comprometido, en la tarea de “traer a la luz de América”, el rastro y rostro del espíritu de Catalunya, tierra de “Los Segadores”: luchadores! Forjadores de libertad!
Segadores, que convirtieron una canción de raíz histórica y popular en himno nacional; una canción popular, que emanó del alma colectiva y se transformó en símbolo de esta misma alma.
Segadores de una Catalunya triunfante! ; defensores de la tierra! ; segadores alertas! ; segadores que: “así y como, hacer caer las doradas espigas; si es menester, rompen cadenas!”
Como un homenaje a una de las “raíces del gentilicio venezolano” y, con enorme satisfacción, presento a todos mis amigos lectores, este fragmento de la obra del escritor catalán Santiago Rusiñol i Prats.

Agradecimiento

Mi eterno agradecimiento a mi padre, José Moret y Bosch (1924-1991), quien “me invitó a la búsqueda de estos tesoros” y a los Señores de la Biblioteca del Archivo Histórico de la Ciudad de Barcelona, Santa Lucía 1. Allí (1978), pude ver “aunque no me fue permitido tocar” un ejemplar original de “EL PATI BLAU” ... Luego, gracias al cielo! Sorpresa, me llamaron para que pasara a recoger una copia!
Jesús Moret y Ferrer

LA CHICA DEL PATIO AZUL
(El pati blau)


Cuadro para teatro
Escrito en catalán, en 1903,
por
Santiago Rusiñol i Prats

Traducción de:
JESUS MORET Y FERRER
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Perdone: tendría inconveniente en dejarme pintar este patio?
-Ay, no señor: ningún inconveniente, - respondió una mujer de unos cuarenta años, alta, enlutada y de cara bondadosa.
-Pero, no sé qué puede pintar. Es muy pequeño y le tenemos muy descuidado; porque estoy sola, con una pobre hermana que está muy enferma, y no me queda tiempo para nada.
-Es no más para pintar las flores.
-Ay! Pinte, pinte. Si le hubiese visto el año pasado, cuando todos teníamos salud y mi marido (en el cielo esté) estaba vivo, entonces si que daba gusto de ver. La enredadera subía hasta la terracita y, aquí, siempre teníamos sombra. Pero, ahora... ay!... nos falta el humor... y las plantas quieren ser cuidadas lo mismo que las personas. Desde que la pequeña se encuentra así, las flores parecen comprenderlo.-
Había visto aquel patio desde el camino: un agujero de luz allá al fondo, limaduras de claridad, una claridad de pesebre; las paredes azules, de aquel azul brutal, entero y sin medias tintas de ultramar violeta, ... avergonzado el mismo cielo de la costa; un pozo también azul, una escalera azul, y ante “el azul” una hilera de macetas, de ollas blancas, de cajones y jarrones, expulsando una bandada de flores. Allí malvas reales, al lado de claveles encendidos despeinándose y cayendo en colorida cascada; allí lirios de una blancura inmaculada, cerca de pequeños pensamientos con los ojitos medio abiertos y barbas de marinero; allí grandes hortensias perdiendo su verdor y tomando colores de rosa, y una gran enredadera salpicando de puntitos dorados la sombra de las baldosas.
Al estar cerca observé que realmente las plantas estaban mal cuidadas: tenían sed y calor, hojas marchitas y flores despintadas; sentían la tristeza; sentían la añoranza de una mano que las mimase, su faz mostraba el abandono y, las más sensibles, como los lirios y los junquillos, adelgazadas doblaban el cuello y parecían sufrir; así, cuanto de lozanía perdían, ganaban simpatía.
Tomando una silla que me ofreció la buena mujer, comencé a batallarme entre lo natural y la pintura. Restregaba el color sobre la tela, borraba y dibujaba y volvía a borrar para comenzar nuevamente con aquella fiebre de la cosa que se inicia; la mujer, detrás, de pie, parecía muy interesada en mi maniobra, y me daba conversación:
-Sabe? El hombre de esta servidora era pintor de paredes *, ya sé lo que es la pintura. Para pintar cortinajes en las salas y ángeles en las alcobas, para imitar piedra-mármol y maderas, no había ninguno como él. Tenía manos de plata. Ay, señor, si lo hubiese visto trabajar! Hacía brotar de sus dedos la faena en un santiamén. Pero, pobrecito, se murió, y... ve usted?... ahora me queda mi hermana, que también la tenemos desahuciada por los médicos.-
Diciéndome esto, observé que miraba con mucha atención un balcón cerrado que había sobre el patio. Yo, atareado con la faena, contestaba con monosílabos; y creyendo estorbar, - Bien, entonces,- dijo; -me voy arriba. Usted mismo haga y deshaga como si estuviese en su propia casa.-
Pinté un rato más. El sol huía, enfilándose “azul arriba”... iba a recoger cuando detrás de los ventanales de aquel balcón vi una cara de un amarillo espeluznante: dos ojos inmensos y vacíos, hundidos bajo una frente de calavera, que guaitaban con un doloroso mirar, clavados en los mismos vidrios. Parecía una muchacha joven perdidamente enferma: una muerta, tras el cristal de la caja; una visión de aquellas que dejan escalofríos. Era como una figura de cera muriéndose dentro de un escaparate; ...impresión que a la noche se tiene un sueño parecido.

* Nota del Traductor: de paredes (no de brocha gorda).
- - -

Al siguiente día, volví a la misma hora a continuar “mi patio”, encontrándome a la enferma sentada ante las flores del fondo.
Dentro de aquel baño de claridad, y aquella amargura, me pareció menos fantasma que el día anterior, más mujer, con más rastros de hermosura. Eran sus ojos azules como el patio y parecían tener en su interior una apagada alegría y una tristeza naciente, talmente brillaban de juventud y, a veces, velábanse de una melancolía tan honda que no podían mirarse. Eran el espejo de un joven corazón, retratando, uno a uno, serenos y nieblas que pasaban por dentro de un pensamiento. Una aureola enferma, amoratada los rodeaba; haciéndolos parecer dos soles a la puesta, de hielo rodeados. A veces parecía una criatura y otras una viejita; pero debía tener unos diez y seis años. Pobre flor! Doncella y ya deshojándose.
-Escuche,- me dijo con voz apagada; -le molesto?
-No, hija; de ninguna manera.
-Es que, si le privo la vista, me iré.
-No se mueva: primero me iría yo.-
No se movió, pobrecita; no se movió ni un instante, no más cuando tosía. No se movió mientras el sol le tocaba, acariciándole las manos, besándole la cara; colmándola de dorados besos, coronándola de redondos reflejos, suavizando la frescura de aquel cuerpo que se apagaba.
Ya no podía pintar: no veía el cuadro, no veía sino a ella. Quieta, atropada y temblorosa; las flores, las otras flores, parecía la miraban, todo guaitaba su figura, todo desaparecía y, ella era todo el cuadro. Lo demás hacía de aureola, de fondo, de celaje azul. Las plantas marchitas, las paredes pintadas, la sombra de la enredadera, los redondos reflejos del sol, todo se fundía, todo se esfumaba, alrededor de aquélla nota tan triste, aquélla inmensa flor, más hermosa y más marchita que las otras, doblando su cuello al igual que los lirios.
Instintivamente, como quien pinta una flor más en el cuadro, comencé a pintarle sin que cuenta se diera, sin ser posible describir la mezcla de condolencia y egoísmo de pintor con que se buscan todos los pliegues del sufrimiento, señales de la muerte que se acerca y los colores que van perdiéndose cuando se está delante de un modelo. De aquélla pavorosa amarillez no se ve más que las finuras del mate; de aquellas venas enfermas, las medias tintas violeta perdiéndose en finísimos colores; del dolor, la sobresaliente forma y la expresión de las angustias del alma. A poco de pintar, con inconsciente crueldad, la pobre enferma no era sino una figura, una cosa de belleza macabra, la naturaleza muerta primorosamente hermosa.
Al poco rato giró y sonrió, queriendo decir que cuenta se daba que copiándola estaba; pero continuando quieta, consintiendo que siguiera mi faena. Después, haciendo un esfuerzo, se levantó, se acercó al cuadro y mirándolo un rato me dijo:
-Dios mío! Tan amarilla, tan enferma estoy?
-No mujer: es que no está más que empezada: es que...-
Y se marchó hacia arriba.
Al estar detrás del balcón, sin pensar que la observara, vi que tomaba un espejito y gran rato se miraba: me pareció que suspiraba y, dejándose caer sentada clavó sus ojos en los vidrios.

- - -

-Si me hubiese conocido hace tres meses!- me dijo al siguiente día, a la misma hora. –Ahora puedo decirle: entonces si que me habría podido sacar un buen retrato. Tan alegre, tan reidora que era! Todo me hacía reír. Mi hermana tenía que regañarme a cada instante y nada le valía... Tenía como un delirio por bailar. Mire: ve esta falda? La llevaba puesta el día del último sarao. Quién lo diría, eh? Era al primero que iba y las bailé todas, todas; más no hubiesen habido. Dicen que aquello me hizo mal, pero yo no lo creo. Me agarró esta tos, que aseguran no tiene importancia alguna; pero yo no sé, yo no sé que piense. Hay veces creo que no será nada, pero otras tengo un miedo de morirme que hasta lloro, yo que nunca había llorado! ... No sé porque le explico éstas... cosas.
-Tenga coraje, que no tardará en curarse.
-Es usted médico?
-No ve usted que soy pintor?
-Ya lo veo: se lo decía en broma. Me gusta la pintura! Sabe? Si yo fuese pintora, siempre pintaría cosas que fueran alegres: bosques sombreados, paisajes, casas nuevas, señoras hermosas y bien vestidas, y... qué sé yo!... cosas que fueran alegres. Quiere que vaya a sentarme?
-Como usted quiera. Yo tengo trabajo en hacer flores una pila de días.
-Pobres flores!- dijo, pasando su mano por encima como si las acariciase y yendo a sentarse en su lugar.
-Ve? Me parece que hoy estoy mucho mejor. Hasta bailaría,- me dijo, con una sonrisa de inacabada tristeza.
Pobre chica! Al cabo de un rato de estar sentada le agarró esa tos, esa tos que subía del fondo de las entrañas, una tos que le arrancaba la vida, dejándole serena el alma. Pobrecita! Le vi las dos primeras lágrimas resbalando por la amarillez de las mejillas y jadeando cabizbaja se quedó soñolienta. Qué pensaba? Quizás no pensaba, o pensaba vagamente, ... nada más amargo que éstas... tristezas hechas de sueños neblinosos de dudas, de extraños presentimientos; éstas... tristezas sin nombre, que son como una larga nube que pasa por delante la claridad de las almas dejando al corazón entre nieblas; que son puestas de sol de la vida, crepúsculo vespertino y añoranzas de cosas desconocidas. Morir! A los diez y siete años morir y sentirse morir cuando se abre de par en par la ventana llena de luz y esperanza, y decirse a uno mismo: “De aquí un mes, de aquí ocho días, quizás mañana; tendrás que despedirte, no sólo de todo lo que amas, sino de todo lo que amarías!”
Por qué comencé aquel cuadro!?
Luego, yo fui quien se quedó pensativo, contemplándola con los pinceles detenidos. Parecíame que era como un reloj de arena lleno de gotas de sangre. “ahora faltan cinco,- pensaba; -ahora cuatro, tres, dos”. Y, al llegar a una, decíame: “Ahora caerá de su corazón la última gota, y caerá muerta sobre las macetas de flores”.
-En qué piensa?- me preguntó repentinamente, como si me leyera el fondo del pensamiento.
-Estoy muy preocupado porque el cuadro no me sale bien.
-Es que no estoy quieta?
-Sí mujer: me refiero al fondo, de éste... azul del patio. Usted no se preocupe y descanse.
-Bien, bastante que descansaré pronto!-
Para alentarla, iba a gastarle una broma; pero, viendo su mirada resignada y convencida, la broma se me anudó en la garganta y me escondí con el cuadro.

- - -

Un día su médico entró y, como le conocía, nos pusimos a hablar; mientras ella desde arriba, con sus enormes ojos de enferma, observaba si descubría un signo, un movimiento que la sacase de sus dudas. El médico me dijo que no viviría ocho días.
Yo, no faltaba ni uno. Un imán de simpatía me conducía, y el cuadro casi me servía de excusa. Veía pasar las amigas, la hermana, y muchas veces me retiraba sin haber visto a nadie; cuando un día bajó, como diciendo: “Vengo para que acabes el cuadro”.
-Ande, pínteme,- me dijo.
-Pero, tenemos tiempo.- me atreví a responder.
-Pínteme,- contestó, yendo a sentarse en su lugar.
Ningún día había estado tan contenta: todo era hacer proyectos para el porvenir y levantar castillos en alto. Cuando estuviere bien cambiaría todas las flores del jardín: pondría rosales y muchas clavellinas. Nada de lirios, porque al pasarse parecen estar tristes. Se haría un vestido rosa al estilo de uno que tenía una amiga ... durante las fiestas patronales iría a todos los bailes. Sí: volvería a bailar y quería divertirse y vivir, sobretodo vivir, que no era justo tener que morir tan temprano. Hasta quiso regar las flores, y la vida y yo tuvimos que regarlas.
Absorbiendo el agua revivieron agradecidas y ella las miró de manera tan misteriosa, con unos ojos tan turbios, que su mirada fue todo un mundo secreto de dudas y esperanzas.

- - -

No volvió a bajar más.
-Quiere verla?- me preguntó un día su hermana mayor, -está muriéndose, pero la encontrará levantada.-
Subí y estaba rodeada de las amigas, todas jóvenes, todas alegres, vestidas de claro: flores de primavera al pie de una tumba, vuelo de aves cerca de un gorrión recogido, un gorrión con las alitas plegadas, los ojos a medio cerrar y jadeante de agonía.
-Ya terminó el cuadro?- aún me preguntó...
-Sí, ya he terminado.
-Siendo así, ya puedo morirme.
-Pero, mujer, por qué dice esas cosas?
-Para reírme, precisamente nunca había estado tan bien,- me dijo; y se quedó dormida.

- - -

Ya no se despertó más.
Blanco el ataúd, vestidas de blanco las amigas, pasando por las blancas calles, era el entierro de un lirio. Con las flores del patio le hicieron una corona que colocaron sobre el tumbal y, si hubiera osado, le habría puesto el cuadro.
Se me llevaban fondo y figura y, de aquel patio azul, antes tan alegre, no quedaba más que cuatro paredes gastadas. Pequeño como era, parecía una caja azul, abierta y desmantelada a la que habían quitado las joyas; un fondo de mes de María, desguarnecido y descarnado por el viento de invierno; una jaula vacía. Quietud por doquier; encima, la enredadera colgando como desmayada; abajo, el sol sin reflejos; arriba, un cigarrón negro, refunfuñando, detrás de aquellos vidrios.

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Mucho más tarde expuse el cuadro y me dijeron que unos parientes habían preguntado el precio.
Eran unos primos... y fui a verles. Pobre gente! Quizás querrían tener un recuerdo de la pobre chica muerta!
-Verá,- me dijeron; -la casa que usted sabe la tenemos en venta y como unos conocidos de América nos han hablado de comprarla, queríamos enviar la vista que usted sacó (si fuere baratita) para que vieren la finca.
-Y la chica?
-La chica... la chica, caramba!; bórrela.-

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* *

Santiago Russinyol i Prats
(Barcelona, 1861 – Aranjuez 1931)

Pintor, coleccionista y escritor catalán.
Trabajó un tiempo al lado de su abuelo Jaume Rusiñol, fundador de una importante industria familiar de hilados.
Cultivó su afición al dibujo y a la pintura y expuso, con Casas y Clarasó, reiteradamente, en la Sala Parés de Barcelona.
Aficionado al excursionismo , acompañado por Ramon Casas, emprendió un original viaje en carro por tierras de Catalunya, recogiendo apuntes y mostrando su desdén por lo convencional.
Decidido a romper con la imposición familiar, en 1888 marchó a París, frecuentando la Academia Gervec, donde tuvo como maestro a Pubis de Chavannes; allí residió con Casas, Clarasó, Utrillo y Canudas, y posteriormente con Zuloaga, con quien viajó por Italia y Andalucía.
Vinculado al modernismo (pictórico y literario), organizó las “Festes Modernistas de Sitges” entre 1892 y 1898 (homenaje a El Greco e inauguración del Cau Ferrat). Y, entre 1897 y 1903, en Barcelona, se agrupa con varios artistas amigos en “Els Quatre Gats”: cervecería y hostal, de reconocida importancia en la renovación artístico-literaria de Catalunya; abierto en los bajos de la Casa Martí, ubicada en la calle Montesino.
Viajero infatigable, frecuentó Valencia, Mallorca, Granada y Aranjuez, que le ofrecían tema inagotable para sus “jardines”. Entre los cuadros con este tema, destacan: Jardín de Aranjuez, Fauno viejo (1912) y Almendros en flor (1929).
Su obra literaria, primero de adscripción simbolista y luego modernista (como en Oracions, 1898, verdadero manifiesto del modernismo), se compone de piezas escénicas (el monólogo L’home de l’orgue, 1890; L’alegria que passa, 1898, etc.), novelas (entre ellas, su obra más popular, L’auca del senyor Esteve, 1907, retrato de la pequeña burguesía barcelonesa) y libros de factura más libre (L’illa de la calma, 1920).
Obtuvo gran éxito en teatro con El pati blau (1903) y El místic (1904), inspirado en la figura de Jacint Verdaguer y La mare (1907).
Es, sin duda, un escritor representativo de finales del siglo XIX que sobresale por su talento satírico y particular sentido del humor. El escepticismo acentuado, que encierra su sentir irónico, crece con los años convirtiéndose en paradigmático.
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Biografías de referencia:
RUSSINYOL, Santiago – página 2928 SALVAT 4 CATALA diccionari enciclopedic (SALVAT EDITORES S.A., Barcelona, 1968).
Santiago Rusiñol i Prats –
http://www.grec.net/cgibin/hecc12.pgm?NDCHEC=0057391&PGMORI=A 25/03/00

Esta traducción se realizó en la población de San Diego de Alcalá (Carabobo – Venezuela) en el mes de mayo del año 2000.

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Con este trabajo, Jesús Moret y Ferrer brinda homenaje a Don Santiago Rusiñol i Prats al presentar en América, un fragmento de sus “raíces culturales”.

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Impreso en Venezuela en el año 2001 (1000 ejemplares).

Próximamente:

Volumen 2: SELECCIÓN DE CUENTOS DE APEL.LES MESTRES (1854-1936)
· Cuentos Bosqueriles
· Policromías
· Noches Legendarias

traducciones de: © Jesús Moret y Ferrer, 2001
Todos los derechos reservados.
Edición del traductor.
Queda prohibida su venta y/o reproducción total o parcial por cualquier medio.
Edición, Redacción, Producción, Fotografía, Impresión y Versión para Internet por:
Jesús Moret y Ferrer, San Diego, Carabobo, Venezuela.

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 Visita a “Els Quatre Gats”.
Con mis primos Albert y Victoria Negre Moret (sentados).
Fotografía tomada por Jorget Moret Morales (22-Dic-2009).


Fotografías tomadas por Jesús Moret y Ferrer (22-Dic-2009).

Revisado el 18 de mayo del 2014.